4,87 km, una exposición de Rocío Muñoz Valseca
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4,87 km se configura como una propuesta matérico-conceptual que establece un diálogo entre práctica artística, territorio y memoria heredada desde la experiencia rural. Una ruralidad presente en los cuatro mil ochocientos setenta metros de camino que conectan la carretera con la tierra que durante generaciones ha sido trabajada por la familia de la artista, almacenando memorias sobre una forma de vida marcada por el esfuerzo y la humildad del trabajo agrícola, factores que operan como eje estructural del proceso creativo, convirtiéndose en la matriz conceptual y formal del proyecto.
Las obras seleccionadas para esta muestra surgen a partir de un proceso de observación y recolección directa de huellas, trazos y texturas generadas en ese mismo camino. A través de estas marcas, aleatorias y alegóricas, Rocío Muñoz desarrolla con maestría y una profunda sensibilidad un corpus de obra que explora la capacidad del gesto abstracto para vehicular afectos, pertenencia y narrativa biográfica. Materiales crudos y elementales adquieren aquí una dimensión sensible a través del filtro estético de la artista. Este tránsito de lo rudo a lo poético no implica una estilización de la materia, sino su activación como dispositivo de memoria y pertenencia. En este sentido, 4,87 km se inscribe en una tradición contemporánea donde lo territorial y lo afectivo convergen en prácticas que tensan los límites entre documento, representación y presencia. Así, las tonalidades terrosas, rojizas y ocres conservan el vínculo directo con el entorno rural, mientras que algunas piezas, reconfiguradas hacia el acromatismo, introducen un plano más introspectivo, casi meditativo, que bien podrían entrar en diálogo con Malevich.
La obra de Muñoz no intenta ilustrar el paisaje ni reconstruirlo, sino reconocer y reivindicar su huella: corporal, emocional, histórica. La calma de las composiciones contrasta con el ruido del presente, proponiendo un lugar de pausa, cuidado y contemplación. Lejos de toda idealización, la exposición recupera la potencia estética de lo cotidiano y lo humilde, poniendo en valor un saber vinculado a la tierra, que en estos tiempos parece ya olvidado.
Gonzalo López Ortega
Comisario